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Esta noche de Reyes, mientras el aroma de la ilusión y la magia llena el aire, hay un regalo que supera cualquier envoltorio brillante: seguir compartiendo momentos con mi abuela materna, una mujer extraordinaria que a sus 91 años ha tejido los hilos más entrañables de mi vida.

A medida que los años han avanzado, su presencia se ha convertido en el faro que ilumina los recuerdos más preciosos de mi infancia y la guía sabia que ha marcado mi camino hacia la adultez. Mi abuela, con sus 91 años llenos de experiencias y sabiduría, es un tesoro vivo que continúa regalándome lecciones de vida.

En cada arruga de su rostro, veo la historia de una vida. Sus manos, que han tejido su propia narrativa a lo largo del tiempo, junto con mi abuelo han sido el lazo que ha unido a nuestra familia en un vínculo irrompible.

Hoy, mientras contemplo tus manos, no puedo evitar recordar los días en los que esas mismas manos cuidaron de mí con tanto amor y dedicación. Tantas veces, esas manos suaves y cálidas me brindaron consuelo, me tejieron historias de ternura y me guiaron con sabiduría. En este ciclo inevitable de la vida, esas manos  portadoras de historias, que dirigieron con firmeza su propio negocio, ahora requieren cuidados y mimos.
Recuerdo claramente tu vitalidad, tu energía desbordante y esa coquetería única que te caracterizaba. Eras una mujer atípica a tus tiempos, una empresaria audaz, activa y femenina que dejó una marca imborrable en mi corazón. Me enseñaste mucho más que las habilidades prácticas para vender; me transmitiste el arte de la perseverancia, la determinación y el desparpajo en el trato con el público. Y lo más importante, creer en la fortaleza de mi misma.
Cada vez que te abrazo, busco a aquella mujer guapa, joven y llena de vitalidad que tanto me enseñó sobre la vida. Aunque ahora tus fuerzas son diferentes, tu espíritu sigue brillando como una luz eterna que me guía.

En este ciclo completo de la vida, mi mayor regalo es seguir aprendiendo de ti. En tu risa, encuentro el eco de momentos vividos, de historias contadas y secretos compartidos. En tus abrazos, siento el abrigo seguro de la conexión familiar que trasciende el tiempo y el espacio. Mi amada abuela, con tu presencia cálida eres mi ancla en las tormentas y en las calmas. Estoy agradecida por cada enseñanza, por cada risa  y por el amor incondicional que siempre me has dado. Tus manos, que ahora necesitan cuidados, son testigos de una vida plena y rica en experiencias.

Me duele ver cómo, poco a poco, te vuelves más vulnerable, pero quiero que sepas que estamos aquí para cuidarte como tú nos cuidaste a nosotros. Tus hijos, nietos y bisnietos te rodeamos con amor, como una red tejida con los hilos de la familia que tú misma nos enseñaste a valorar.
Hoy, recién cumplidos 91 años, quiero rendir homenaje a esta mujer extraordinaria que ha dejado una huella imborrable en mi vida. Su legado va más allá de los años, y cada día que comparto con ella es un regalo que atesoro con gratitud.
Te amo, abuela, hoy y siempre. Gracias por ser la inspiración que eres. Mi regalo en esta noche de Reyes eres tú.
Tu nieta mayor.
María Martín Titos.

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