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Hoy cumplo 41 años celebrando el caos, porque dentro de él se esconde la oportunidad de crecer y evolucionar.

No puedo evitar reflexionar sobre los últimos 365 días, un año que comenzó de manera mágica en la majestuosa Roma. Aquel regalo encantador resultó ser el preludio de un viaje transformador, un año que bautizo como mi propio renacimiento.

Desde las calles adoquinadas de Roma hasta los rincones más recónditos de mi corazón, este año fue una travesía de aprendizaje y autodescubrimiento. Mi vida se ha impregnado de los valores y la esencia del humanismo, mis proyectos y experiencias han girado en torno a la búsqueda de la verdad, la belleza y la conexión humana.

Caminé por las huellas de la historia, guiada por mi propio Sandro Boticelli, quien abrió las puertas de la narrativa antigua y me permitió sumergirme en la riqueza de los ideales renacentistas.

Mi año renacentista ha conseguido descubrir la inspiración de La Simonetta Vespucci que llevaba dentro. Hoy y a mis 41 años, he sentido la llamada de la revolución y la conquista personal.

En este viaje, agradezco a aquellos que han sido mis musas, mis guías y mis cómplices en esta búsqueda de autenticidad.

Mis 40 años han sido un lienzo de aprendizajes, pero uno de los capítulos más significativos ha sido el que compartí con mi padre, un maestro en el arte de la vida.

Fue al comienzo de mis 40 años cuando mi padre me introdujo en el mundo de la costura, enseñándome los secretos de la máquina de coser. Aprendí a coser, a unir piezas aparentemente dispares para crear algo nuevo y significativo. Descubrí que la vida es como esa aguja que va tejiendo sus propios hilos, una creación que se cose entre nuestras manos.

No solo me limité a aprender los misterios de la costura, sino que también me sumergí en el arte de fabricar toldos. Cada puntada se convirtió en un acto de paciencia y dedicación, comprendí la belleza del trabajo artesanal y la importancia de valorar lo que creamos con nuestras propias manos. En cada toldo, veía una metáfora de la vida, donde cada detalle cuenta y contribuye al conjunto.

Mi padre, mi maestro, me enseñó la destreza de modelar la vida como si estuviéramos frente a una máquina de coser. Aprendí que todo en la vida requiere paciencia, precisión y amor por lo que hacemos.

Guiada por el legado de mis padres, decidí dar un giro radical en mi vida. No continué con el negocio familiar. Opté por dejarlo todo para perseguir mis sueños y compartir con el mundo el aprendizaje y la maestría que obtuve de los mejores, mi familia. La máquina de coser se convirtió en mi símbolo de libertad y creación.

Recuerdo mi operación que marcará este año en mi memoria. Vaciar mi interior, despedirme de mi útero, fue  una experiencia que trascendió lo físico y se convirtió en un acto simbólico de apertura hacia una nueva forma de creación. He roto los bloqueos que arrastraba, desafiando no sólo los límites de mi cuerpo, sino también los legados que se transmitían de generación en generación.

En este proceso, me he unido a una gran maestra, mi madre. Juntas hemos sanado un legado que llevaba consigo cargas emocionales y espirituales. En la sala de operaciones, en mi pensamiento sólo estaba ella, mi madre y compartimos no solo el espacio físico, sino también una conexión más profunda, sanando juntas heridas que a veces ni siquiera eran conscientes. La alianza entre madre e hija, tejida en el quirófano, ha creado una nueva trama de fortaleza y amor. He aprendido que mi fuerza y valentía las he heredado de ella.

Mi hermana, mi pequeña gran fuente de inspiración y fortaleza, he estado a tu lado en este difícil viaje. A pesar de enfrentarte a tus propios desafíos, has sido un pilar de apoyo inquebrantable. Recordando que la fuerza no siempre viene de la edad, sino del espíritu indomable.

Este capítulo de mi vida, marcado por la cirugía y la unión con las mujeres que comparten mi legado, es una obra maestra en sí misma. La pérdida física ha dado paso a una ganancia espiritual y emocional, una apertura a nuevas posibilidades y formas de creación.

En este nuevo año, llevo conmigo las cicatrices que son testimonios de mi valentía y resiliencia.

Quiero dedicar un espacio especial en esta carta para hablar de alguien que ha entrado en mi vida y ha traído una nueva luz, una guía que ha fortalecido mi camino.

Bisila Bokoko, mi mujer escalera, mi mentora, ha sido un regalo inesperado en este año de transformación. Desde el momento en que nuestras vidas se entrelazaron, su presencia ha sido como una chispa de inspiración y aliento que ha encendido mi determinación. Se ha convertido en una guía que me impulsa a alcanzar nuevas alturas. Su conocimiento, su pasión y su compromiso con el crecimiento personal han sido una fuente constante de inspiración. A través de sus enseñanzas, he aprendido no solo a forjar mi camino, sino a construir escaleras para otros, extendiendo la mano a aquellos que también buscan crecer. Gracias por ser esa presencia que ha fortalecido mis cimientos, por ser la voz que dice «sí, tú puedes» cuando la duda intenta instalarse en mi mente.

Un año marcado por la dualidad de experiencias extremas, desde el infarto de mi padre hasta mi propia operación de útero, donde estuve al borde de la vida y la muerte. En estas situaciones límite, he comprendido la fragilidad de la existencia y la importancia de vivir cada momento a tope.

Este año ha sido un recordatorio contundente de que la vida es frágil y efímera. Entre el susurro de la muerte y la urgencia de la vida, he aprendido que estamos de prestado en este mundo. Hoy respiramos, pero mañana es incierto. En este entendimiento, he decidido abrazar mis 41 años con una intensidad renovada, viviendo cada día como si fuera el último.

Este es un momento especial, un punto de partida para una nueva etapa que se presenta ante mi. He llegado a una edad en la que la sabiduría se entrelaza con la juventud de espíritu, y puedo sentir la determinación y la fuerza que me impulsan hacia adelante. ¡Creo en mí y en todo lo que soy capaz de lograr!

La comprensión de que este es mi momento para luchar por mis sueños es un regalo que me hago a mi misma. No temo salir de mi zona de confort, porque ahí es donde reside el verdadero crecimiento. Este año, apuesto por mí con la seguridad de que merezco cada paso audaz y valiente que daré.

Dejo a un lado las expectativas y suposiciones, es un acto de liberación. Recordaré cada día de este año que estoy comenzando, que la única opinión que realmente importa es la mía. Soy la autora de mi historia, y ahora es el momento de escribir los capítulos más emocionantes y auténticos.

A mis 41 años, he llegado a comprender el poder de la ley de la atracción. Soy una creadora, incluso de manera inconsciente. Este año, sigo manifestando lo mejor para mi. Me atrevo a visualizar, a soñar con los ojos bien abiertos y a trabajar hacia esas metas con determinación.

La revelación de que el cambio exterior comienza desde adentro es una joya de sabiduría. Ordeno mis pensamientos, nutro mi mente y permito que esa energía positiva fluya.

En estos últimos tres años, he aprendido que cuando la vida se desordena, es el preludio de un gran cambio. Hoy cumplo celebrando el caos, porque dentro de él se esconde la oportunidad de crecer y evolucionar.

La actitud positiva que he adoptado es mi mejor aliada. Miro la vida desde diferentes perspectivas, utilizo la energía negativa como un impulso para fortalecerme. Soy resiliente, y cada desafío es una oportunidad para aprender y superarme a mi misma.

Este nuevo año de vida es mío para moldearlo como desee. Voy a ser amable conmigo misma, rodearme de amor y perseveraré en mi camino. Estoy emocionada por todo lo que está por venir. No tengas miedo, Mariquilla.

Hace tres años, tomé la valiente decisión de cerrar un capítulo de 20 años de mi vida. Un divorcio, con dos hijos en común, fue un desafío monumental. Recuerdo las noches de incertidumbre y el miedo a lo desconocido. Pero escribiendo esta carta a mi misma veo cómo he crecido desde entonces. A través de las lágrimas y las sonrisas, he emergido más fuerte, más sabia y más auténtica que nunca.

Emprendí un camino nuevo, un camino que me llevó a la soledad, a una experiencia que nunca había enfrentado. Me descubrí a mi misma, una versión independiente y resiliente que nunca imaginé ser. Aquella mujer de 38 años se ha convertido en una SuperWoman de 41 con una fuerza interior asombrosa.

Me he conocido de maneras que antes eran impensables. He aprendido a disfrutar de mi propia compañía, a escuchar mis pensamientos y a apreciar la paz que viene con el autoconocimiento.

En estos tres años, no había podido escribir mi carta anual. Me sentía bloqueada. Me he permitido ser vulnerable.

Hoy, a mis 41 años, me miro al espejo y puedo escribir cosas bonitas sobre mi misma. He encontrado el coraje de abrazar la mujer que soy hoy.

Ya no siento miedo, porque he aprendido que la verdadera fuerza proviene de abrazar todas las facetas de mi ser. Soy una prueba viviente de que después de la oscuridad, siempre llega la luz.

Quiero dedicar estas palabras llenas de amor y gratitud a mis fuentes inagotables de inspiración: mis amados hijos. Quiero que sepáis que cada sueño que persigo no solo es mío, sino también vuestro. Vosotros me habéis inspirado a ser más valiente, a desafiar las expectativas, y a demostrar que las mujeres pueden ser madres amorosas y, al mismo tiempo, líderes de sus propios caminos. Vuestra felicidad y éxito son mis mayores logros, pero también deseo que encontréis inspiración en la historia de una madre que persigue sus sueños con determinación.

En este nuevo año de vida, me comprometo a seguir siendo la mejor madre posible y, al mismo tiempo, a seguir cultivando mis sueños. Espero que, al hacerlo,  aprendáis que la vida es una danza equilibrada entre responsabilidades y pasiones, y que siempre hay espacio para el crecimiento personal.

Que mis 41 años sean un testimonio de vivir con autenticidad, de abrazar la incertidumbre con valentía y de disfrutar de cada momento con gratitud. Estoy agradecida por la lección que este año me ha brindado y estoy lista para escribir un nuevo capítulo lleno de vida, pasión y dirección clara.

María Martín Titos.

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