Tengo que reconocer y agradecer la valentía de Victoria, mi hija, nacida en Rusia y adoptada con cinco años y medio junto a su hermano. Es una chica valiente, fuerte y su nombre hace honor a su persona. Os puedo asegurar que estas palabras no son amor de madre, son admiración hacía mis hijos, mis maestros de vida. Llevamos juntos trece años, y en estos 4845 días desde que nos dimos nuestro primer abrazo, los he visto superarse y afrontar muchísimas dificultades personales, sociales y familiares por sus diferencias. Sabemos bien lo que significa ser diferentes. Ahora, en la adolescencia, todo este trabajo de años da su fruto, los veo realizándose y buscando su focus de vida.  En nuestra familia vivimos nuestra diversidad con la mayor naturalidad y hablamos de cualquier tema con libertad, sin juzgarnos y sin miedo.

Victoria, nada más llegar a España y por su edad tuvimos que escolarizarla en un curso académico donde sus compañeros ya sabían leer y escribir. Vika (diminutivo de Victoria en ruso) tuvo que hacer un esfuerzo titánico para ponerse al nivel de sus compañeros. Al mismo tiempo que empezaba a formar parte de su familia. Su mente iba a mil por hora, eran muchos cambios para una personita tan pequeña. Por ejemplo, tenía que llamar mamá y papá a dos personas que no había visto en su vida (para ella éramos dos desconocidos que la habíamos arrancado de sus raíces, de su mundo y todo lo que ella conocía). Empezar a vivir mil experiencias nuevas. Ver el mar por primera vez, tener juguetes propios, una habitación sólo para ella, entrar a un centro comercial, ir al cine y así os podría escribir miles de anécdotas.

Fueron varios años formándome antes de la llegada de mis hijos. Tenía claro que lo primero que había que trabajar con ella eran las emociones, que se sintiera segura. El significado de: «para siempre» era lo primero que enseñarle a mis hijos. Una vez que conocieron lo que significaba sus miedos se volatilizaron.  Personalmente, no me importaba si aprendía lo antes posible a leer o escribir, para mí lo verdaderamente importante era verlos bien y evitarles el mayor estrés posible. Pero os tengo que confesar que la escuela ha sido la principal fuente de estrés para mi familia. Ella no hablaba español, por su edad, seis años hablaba un ruso perfecto. Jamás había cogido un lápiz para escribir ni la O como un canuto. Evidentemente, Vika se encontraba en clara desventaja con sus compañeros. De todo esto hablo en mi libro “Mariposas en el corazón”.

También quiero agradecer a Ángela Biyi nacida en China y adoptada a los 9 años que, aunque no sale en el video, al igual que Vika contó su experiencia después de nueve años en España.

Llegaron a España hablando un idioma distinto, se sentaron en un aula con niños y niñas que llevaban toda su vida en este sistema y criados en un ambiente familiar estable. Ellas tuvieron que hacer un esfuerzo titánico. Ambas adolescentes y recién cumplida su mayoría de edad no dudaron en participar junto a sus madres en una charla muy enriquecedora a casi un centenar de alumnos y alumnas de último curso de magisterio. Futuros maestros que el próximo curso escolar ya estarán influyendo en la vida de muchas personas marcándolas de un modo u otro. Vika y Ángela Biyi representan a millones de chicos y chicas que han vivido por su diversidad, sea la que sea, dificultades en la escuela, en muchas ocasiones totalmente evitables.

La diversidad en el aula refleja el mundo en el que vivimos. Somos una familia adoptiva, y como familia diversa hemos estado en el punto de mira ante el desconocimiento de lo que significa ser familia por adopción. Para nosotros la diversidad es la mayor riqueza que tiene el ser humano.

El mejor regalo que podemos hacerle a nuestros hijos e hijas es educarlos en el respeto, sin duda el valor más valioso que tenemos y que debemos llevar por bandera. Al enseñar a los niños y niñas a respetar y apreciar las diferencias desde una edad temprana, estamos construyendo una sociedad más inclusiva y compasiva en el futuro. No olvidemos jamás que la educación empieza en casa.

Enseñar sin comparar a ninguna persona es fundamental para fomentar un ambiente educativo positivo y saludable. Cada estudiante es único, con sus propias fortalezas, debilidades y ritmos de aprendizaje. Al evitar comparaciones, los maestros pueden centrarse en el progreso individual de cada estudiante y en su potencial para crecer y desarrollarse.

Siempre he defendido la profesión del docente. Para mí es la profesión más importante que existe. Es la base de cualquier carrera y todos tenemos en nuestras vidas a un profesor o profesora que ha sabido sacar y valorar nuestro don. Nos han inspirado y nos han impulsado a creer en nosotros o interesarnos en mi caso por la literatura y la filosofía.

Los maestros desempeñan un papel clave en el desarrollo de cada estudiante, no solo en términos académicos, sino también en su crecimiento personal y emocional. Al atender la diversidad, los docentes pueden adaptar su enfoque pedagógico para abordar las distintas formas en que los alumnos aprenden mejor.

En las aulas de nuestras escuelas, se presenta una realidad desafiante y, a veces, desgarradora: la crueldad de algunos niños hacia aquellos que son percibidos como diferentes. A menudo, los niños que sobresalen por su apariencia, origen étnico, orientación sexual, habilidades o intereses únicos, pueden convertirse en blanco de burlas y maltrato.

La crueldad de los niños hacia aquellos que son diferentes refleja una profunda falta de empatía y comprensión. Es un fenómeno que debe ser abordado con seriedad y responsabilidad por parte de toda la comunidad educativa.

La respuesta de los maestros ante esta situación es crucial para crear un entorno seguro y respetuoso en la escuela. En lugar de ignorar o minimizar el problema, los maestros deben tomar medidas proactivas para promover la empatía y el respeto entre los estudiantes.

Además, los educadores deben estar alerta a cualquier indicio de comportamiento cruel o discriminador, interviniendo de manera rápida y efectiva. Implementar programas educativos sobre el respeto a la diversidad y la empatía puede ayudar a sensibilizar a los estudiantes y prevenir futuros actos de crueldad.

Es fundamental que la comunidad escolar trabaje en conjunto para crear un entorno donde cada niño se sienta valorado y respetado por lo que es. Solo así podremos erradicar la crueldad hacia aquellos que son diferentes y promover una cultura de inclusión y respeto en nuestras escuelas.

La atención a la diversidad también permite que los maestros identifiquen y apoyen a aquellos estudiantes que puedan necesitar recursos adicionales o adaptaciones para alcanzar su máximo potencial. Al personalizar el proceso educativo, los docentes pueden brindar las herramientas necesarias para que cada estudiante alcance sus metas individuales.

Personalmente y por mi vinculación con el mundo educativo, me sentía con muchísimas ganas de escribir estas palabras y de compartir la intervención de mi hija. Soy coautora del libro “Compartiendo lo aprendido” dirigido al sistema educativo y a su vez cocreadora del Protocolo sobre TAT (Trauma por Adversidad Temprana).  Ambas publicaciones se están trabajando en diversas comunidades autónomas de nuestro país con unos resultados fantásticos y avalados por profesionales de reconocido prestigio que lo tienen como manual de cabecera. Más información en la web Adopción punto de encuentro. 

En mis talleres de escritura creativa trabajo para que cada estudiante se sienta valorado y respetado por lo que es, independientemente de su rendimiento académico o habilidades específicas. Cada uno tiene su propio camino de aprendizaje y potencial, y es importante honrar esas diferencias individuales. Tengo la suerte de trabajar estos talleres y aprender de maestros y docentes maravillosos totalmente vocacionales.

Os dejo el enlace del vídeo: V DE VALIENTE

María Martín Titos

MMT con su hija hace trece años.

MMT en la graduación de su hija. Junio de 2023